LA LLAMADA INTERIOR

Era un mediodía de verano, sobre finales de agosto. Hacía ya unos años que me encontraba en un proceso de auto-conocimiento, crecimiento y transformación interior, que se aceleró con la muerte de mi padre y los ataques de pánico y ansiedad que padecí durante un año y medio después.
Me encontraba realizando mi meditación diaria, sentada en la cama del apartamento de la playa en donde nos encontrábamos alquilados. Entonces, sentí a través de mis ojos cerrados como si el sol, de repente, brillara mucho más y una voz sin voz, sin palabras, me transmitió un mensaje. Algo así como “se viene un cambio de rumbo en tu vida”. El corazón me dio un vuelco. Sentí aquello como una profunda certeza que no podía explicar racionalmente, sin embargo, no tenía dudas de que aquello era verdad.


Pocos días después, cuando me disponía a hacer las maletas para volver a Jávea (la ciudad donde trabajaba en aquellos momentos), recibí un vídeo de una coach que me envió un amigo y me dispuse a verlo. Unos minutos después de comenzar el vídeo, la mujer dijo “yo no sé en qué formato se va a materializar tu misión de vida, pero si estás viendo este vídeo, es porque tienes una labor en el despertar de la consciencia”. Y entonces, otro vuelco al corazón, aunque yo no sabía aún muy bien qué era aquello del despertar de la consciencia.


Al terminar de ver el vídeo, comencé mi viaje en coche hacia Jávea. Durante el trayecto, miraba el paisaje y sentía que el coche conducía solo, pues yo estaba inmersa en el paisaje, un paisaje que había visto muchas veces antes y, sin embargo, era nuevo para mí. Las lágrimas corrían por mis mejillas. Eran lágrimas de emoción. De agradecimiento. No sabía muy bien por qué ni a qué. Posiblemente eran porque me sentía viva como hacía tiempo no me había sentido. Empezaron a entremezclarse en mi mente las palabras de esta chica y lo que había sentido en la meditación. Mi mente racional me decía “no puede ser, estás alucinando”, sin embargo, otra voz en mi interior, replicaba “Confía, ya lo entenderás”.


Aquella semana, me acababa de matricular en un máster sobre música, educación y creatividad, en Barcelona. Había pagado ya los 300 euros de matrícula. Pero pocos días después, me apareció en Facebook un máster en terapia transpersonal. No sabía muy bien qué era aquello, pero decidí entrar a mirar el programa y los contenidos. ¡Aquello me encantó! Pensé: “¿Y cómo no he descubierto yo esto antes?”, “¡No sabía yo que había formación sobre estos temas!”.

Sin pensarlo demasiado, les envié un mensaje para ver si todavía estaba a tiempo de matricularme y si había plazas. Me contestaron algo así como “Por supuesto que sí. Sigue siempre a tu intuición”. Cuando leí esto último, me dio otro vuelco el corazón. Así que dejé de lado el máster de Barcelona y los 300 euros que nunca me devolvieron y comencé mi formación en terapia transpersonal.


Aquel año, comencé el curso en el cole donde trabajaba, y sentía dentro de mí que me quedaba poco tiempo de estar allí. Era irracional. No sabía de dónde provenía este sentir, pero de nuevo, opté por no cuestionarlo, pues estaba aprendiendo a escuchar mi intuición y hacerle caso, aunque mi mente no entendiera nada. Recuerdo una conversación que tuve con mi amigo Marcos, el conserje del cole, en la cual le confesé lo que estaba sintiendo, y me dijo “Pero ¿dónde vas a ir si dejas esto? ¿Tú sabes lo que estás diciendo? No seas irresponsable”. Le contesté “no, no sé dónde voy a ir, ni en qué voy a trabajar, ya se verá, pero sé que me queda poco tiempo aquí. El hombre alucinó un poco con mi respuesta, y lo entiendo perfectamente. Ni yo misma sabía muy bien qué quería decir con aquello ni desde donde le estaba respondiendo.



Lo que tenía claro era que una parte desconocida de mí estaba emergiendo y guiando mis pasos. Y estaba decidida a dejarme guiar. Aunque ni mi entorno, ni yo misma a veces, entendiéramos nada.

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