RELACIONES DE PAREJA: ¿Por qué es tan importante sanar la relación con nuestros padres?
Todos, en mayor o menor medida fuimos avergonzados, “abandonados”, “rechazados”, ignorados o utilizados por nuestros padres en nuestra infancia. Abrir los ojos a esta realidad, indagar y tomar conciencia del dolor, aceptar que hubo situaciones que nos hirieron y quedaron grabadas en nuestra alma es un primer paso para comenzar a sanar nuestras heridas.
Darles la espalda, ignorarlas o hacer como si no estuvieran ahí, nos conduce a seguir proyectándolas fuera, en otras personas. Sobre todo, en nuestras relaciones más íntimas. Y en especial en nuestra relación de pareja y en nuestros hijos, si es que los tenemos.
Todo lo que no haya sanado en nuestro interior, lo proyectaremos en nuestros más allegados. O dicho de otro modo, nuestras relaciones íntimas nos mostrarán dónde tenemos nosotros las heridas para que las sanemos. Sin embargo, se ha de hacer un trabajo grande de auto-consciencia para dejar de proyectar (pensar que es el otro el que hace/dice algo para dañarnos) y poder ver que en realidad “lo que duele” está dentro de nosotros. En este trabajo nos puede ayudar mucho la práctica de la meditación.
De niños idealizamos a nuestros padres (pensamiento mágico). Interiorizamos que nosotros éramos los responsables de todo para salvaguardar la imagen de perfección que nos habíamos creado de nuestros padres: “me pegan porque soy malo”, “me chillan por ser desobediente”, “me castigan porque no he sacado suficientes buenas notas”, etc. En general, pensamos que: “Es por mi culpa, ellos son buenos/perfectos”.
Esto es fruto del pensamiento mágico que tenemos de niños, de una idealización de nuestros padres como los únicos modelos a seguir. Esta imagen ideal debe borrarse y reemplazarse por una imagen real: tus padres no eran malos, sin embargo tampoco eran perfectos. Simplemente, no pudieron ni supieron hacerlo mejor.
Comenzar a ver a nuestros padres como personas reales, nos ayuda a tomar conciencia de que:
- Nuestros padres también sufrieron, puede que incluso más que nosotros. Tienen una historia detrás con unas heridas propias que también tenían que sanar (pudieran o no hacerlo), que quizá estas heridas no estaban sanadas por falta de recursos o consciencia, que tenían también unas creencias propias y una serie de miedos que les llevaron a actuar de determinada manera y no otra, etc.
- Hay cierto rencor acumulado que está condicionando nuestra relación con ellos en la actualidad, y la relación que tenemos con otras personas cercanas (pues todo es un espejo). Sanar la relación que tenemos con nuestros padres, es sanar la relación que tenemos con nosotros mismos y con los demás. Perdonar es sanar, es un acto de amor hacia uno mismo y hacia los demás.
- Éramos niños, no adultos. Ahora lo podemos ver diferente y comprenderlo pero entonces no teníamos los recursos internos adecuados para ello. Esto nos provocó un dolor al que hemos de dar cabida. Sentirlo y expresarlo, darle voz. Por mucho que ahora comprendamos a nuestros padres esta energía dolorosa se ha quedado retenida y hay que sanarla.
- Lo hicieron lo mejor que pudieron – supieron. Ver al niño interior de nuestros padres, sus propias carencias y heridas de infancia ayuda a comprender y perdonar, así como a dejarles a ellos su responsabilidad. Todos somos inocentes. Perdonar es aceptar que pasó lo que pasó, que no hubo alternativa en ese momento, que ese era el nivel de conciencia que había, y no otro.
Un ejercicio que nos va a ayudar mucho a esclarecer todo cuanto hay dentro de nosotros en relación a nuestros padres y transformarlo es la silla vacía.
EJERCICIO de “LA SILLA VACÍA”: Consiste en colocar delante de ti una silla vacía, imaginar que tu padre o tu madre están allí sentados y expresarles todo lo que te venga a la mente y sientas. Es importante que lo hagas con ambos.
Consideraciones previas:
- Puedes hacerlo simultáneamente o elegir diferentes momentos para cada uno.
- Puede que te sientas más cómodo teniendo alguna foto de ellos delante y no dirigiéndote a una silla vacía, puedes hacerlo también.
- Date el permiso para expresarlo todo, sin sentir culpa o vergüenza. No reprimas nada de lo que sientas que necesitas expresarles. Hay que dar cabida al dolor, la ira, la tristeza o cualquier emoción que sintamos, así como a cualquier pensamiento que tengamos hacia ellos, sin reprimirlos. Expresándolos, se transforman.
- Si sientes que necesitas escribirlo primero para no olvidar nada que quieras y necesites expresar, está bien, puedes escribirlo. Luego, no olvides expresarlo en voz alta. Es importante para poder expulsarlo, sacarlo fuera, y producir una transformación interior.
Este ejercicio terapéutico es muy potente y es una forma de comenzar a sacar de dentro el rencor acumulado que muchas veces proyectamos hacia otras personas (sobretodo, la pareja) porque esperamos que llenen vacíos que no pueden llenar o sanen viejas heridas que no pueden sanar. Sólo nosotros podemos hacer ese trabajo por nosotros mismos.
Te animo a que hagas este ejercicio en casa. Si quieres puedes compartir conmigo como te ha ido. Estaré encantada de leerte.
Darles la espalda, ignorarlas o hacer como si no estuvieran ahí, nos conduce a seguir proyectándolas fuera, en otras personas. Sobre todo, en nuestras relaciones más íntimas. Y en especial en nuestra relación de pareja y en nuestros hijos, si es que los tenemos.
Todo lo que no haya sanado en nuestro interior, lo proyectaremos en nuestros más allegados. O dicho de otro modo, nuestras relaciones íntimas nos mostrarán dónde tenemos nosotros las heridas para que las sanemos. Sin embargo, se ha de hacer un trabajo grande de auto-consciencia para dejar de proyectar (pensar que es el otro el que hace/dice algo para dañarnos) y poder ver que en realidad “lo que duele” está dentro de nosotros. En este trabajo nos puede ayudar mucho la práctica de la meditación.
De niños idealizamos a nuestros padres (pensamiento mágico). Interiorizamos que nosotros éramos los responsables de todo para salvaguardar la imagen de perfección que nos habíamos creado de nuestros padres: “me pegan porque soy malo”, “me chillan por ser desobediente”, “me castigan porque no he sacado suficientes buenas notas”, etc. En general, pensamos que: “Es por mi culpa, ellos son buenos/perfectos”.
Esto es fruto del pensamiento mágico que tenemos de niños, de una idealización de nuestros padres como los únicos modelos a seguir. Esta imagen ideal debe borrarse y reemplazarse por una imagen real: tus padres no eran malos, sin embargo tampoco eran perfectos. Simplemente, no pudieron ni supieron hacerlo mejor.
Comenzar a ver a nuestros padres como personas reales, nos ayuda a tomar conciencia de que:
- Nuestros padres también sufrieron, puede que incluso más que nosotros. Tienen una historia detrás con unas heridas propias que también tenían que sanar (pudieran o no hacerlo), que quizá estas heridas no estaban sanadas por falta de recursos o consciencia, que tenían también unas creencias propias y una serie de miedos que les llevaron a actuar de determinada manera y no otra, etc.
- Hay cierto rencor acumulado que está condicionando nuestra relación con ellos en la actualidad, y la relación que tenemos con otras personas cercanas (pues todo es un espejo). Sanar la relación que tenemos con nuestros padres, es sanar la relación que tenemos con nosotros mismos y con los demás. Perdonar es sanar, es un acto de amor hacia uno mismo y hacia los demás.
- Éramos niños, no adultos. Ahora lo podemos ver diferente y comprenderlo pero entonces no teníamos los recursos internos adecuados para ello. Esto nos provocó un dolor al que hemos de dar cabida. Sentirlo y expresarlo, darle voz. Por mucho que ahora comprendamos a nuestros padres esta energía dolorosa se ha quedado retenida y hay que sanarla.
- Lo hicieron lo mejor que pudieron – supieron. Ver al niño interior de nuestros padres, sus propias carencias y heridas de infancia ayuda a comprender y perdonar, así como a dejarles a ellos su responsabilidad. Todos somos inocentes. Perdonar es aceptar que pasó lo que pasó, que no hubo alternativa en ese momento, que ese era el nivel de conciencia que había, y no otro.
Un ejercicio que nos va a ayudar mucho a esclarecer todo cuanto hay dentro de nosotros en relación a nuestros padres y transformarlo es la silla vacía.
EJERCICIO de “LA SILLA VACÍA”: Consiste en colocar delante de ti una silla vacía, imaginar que tu padre o tu madre están allí sentados y expresarles todo lo que te venga a la mente y sientas. Es importante que lo hagas con ambos.
Consideraciones previas:
- Puedes hacerlo simultáneamente o elegir diferentes momentos para cada uno.
- Puede que te sientas más cómodo teniendo alguna foto de ellos delante y no dirigiéndote a una silla vacía, puedes hacerlo también.
- Date el permiso para expresarlo todo, sin sentir culpa o vergüenza. No reprimas nada de lo que sientas que necesitas expresarles. Hay que dar cabida al dolor, la ira, la tristeza o cualquier emoción que sintamos, así como a cualquier pensamiento que tengamos hacia ellos, sin reprimirlos. Expresándolos, se transforman.
- Si sientes que necesitas escribirlo primero para no olvidar nada que quieras y necesites expresar, está bien, puedes escribirlo. Luego, no olvides expresarlo en voz alta. Es importante para poder expulsarlo, sacarlo fuera, y producir una transformación interior.
Este ejercicio terapéutico es muy potente y es una forma de comenzar a sacar de dentro el rencor acumulado que muchas veces proyectamos hacia otras personas (sobretodo, la pareja) porque esperamos que llenen vacíos que no pueden llenar o sanen viejas heridas que no pueden sanar. Sólo nosotros podemos hacer ese trabajo por nosotros mismos.
Te animo a que hagas este ejercicio en casa. Si quieres puedes compartir conmigo como te ha ido. Estaré encantada de leerte.
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