DEL MIEDO AL AMOR


Un curso de milagros dice “Nada irreal existe. Nada real puede ser amenazado”.

El miedo es opuesto al amor. Donde hay miedo, no puede haber amor pero podemos transmutar el miedo en amor haciéndonos conscientes de este en sus diferentes manifestaciones. De hecho, tengo el convencimiento de que la razón por la que vinimos a este mundo es esta. Y cada uno, elige el camino para hacerlo.

Todos los miedos tienen unas raíces comunes: el miedo a la muerte y el miedo a no ser queridos. Ambos miedos surgen del olvido de lo que somos: espíritus de luz teniendo una experiencia humana. No recordamos que ya somos amor, que no hemos de buscarlo fuera de nosotros, y vivimos con la sensación de estar separados unos de otros, sin darnos cuenta que, en realidad, todos somos parte de lo mismo: la manifestación de lo no manifestado.

Descubrir esto, o volver a recordarlo, es parte del trabajo que venimos a realizar aquí a la tierra, en esta vida y muchas otras. Y la vida, en su infinita sabiduría, nos pondrá delante todas aquellas situaciones y personas que nos ayuden a re-descubrir esta verdad y a transmutar nuestros miedos en amor.  Pues como afirma UCDM, los miedos no son reales. La única verdad es el amor que somos.

El miedo nos bloquea, nos paraliza, y es un instrumento poderoso para el ego, que puede llegar a inventar historias que nada tienen que ver con la realidad, para justificar la veracidad de esos miedos. Aunque puedan parecerlo, los miedos no son reales, son una invención de nuestra mente, del personaje que hemos creado para mostrar al mundo a partir de nuestro sistema de creencias, de la educación recibida, de las experiencias del pasado, de nuestros traumas infantiles, quizá también del transgeneracional e incluso de nuestras vidas pasadas.

Sin embargo, somos mucho más que el personaje que hemos ido creando a lo largo de nuestra trayectoria vital.

Descubrir, poner luz y comenzar a mostrar al mundo nuestra sombra (las partes de nosotros que hemos negado, escondido o no desarrollado, sean consideradas positivas o negativas por nuestro ego) es la única manera de comenzar a ser lo que en realidad somos. De estar completos y dejar de proyectar nuestras carencias fuera de nosotros. La frase de Jung, "prefiero ser un individuo completo a una buena persona" debiera invitarnos a la reflexión respecto a lo que habita en el interior de todos nosotros y la necesidad de dar vida a todo ello, permitirlo ser, pues es la única manera de transmutar nuestras sombras en luz. No reprimiéndolo ni negándolo.

El proceso puede durar toda una vida (o varias) y se necesita de gran valentía para comenzar este camino, honestidad para querer ver y aceptar que esto forma parte de nosotros y coherencia. Hacernos conscientes de nuestra sombra, la parte de nosotros que hasta ahora habíamos rechazado o negado, es comenzar a asumir que nosotros tenemos tanto la responsabilidad como el poder, nadie más. Aceptando y asumiendo nuestra responsabilidad, dejamos de proyectar en los demás nuestros miedos, dejamos de culpar y de juzgar, pues todo lo que vemos fuera de nosotros, está dentro también. Solo hay que realizar un ejercicio de honestidad con nosotros mismos y querer verlo.

El primer paso para llegar a amar es conocer: yo no puedo amar lo que no conozco. El segundo paso es aceptar: sin aceptación total, no hay amor. Habrá otra cosa, pero no amor. Conocer y aceptar, en primer lugar a nosotros mismos y luego, y en consecuencia, a los demás. Si yo soy dura juzgándome a mi misma, sin duda, seré dura juzgando a los demás. Si yo soy capaz de comprenderme y tratarme con amor y compasión, también lo haré con el resto de personas.

Todas la relaciones personales que entablamos, todas sin excepción, son poderosos instrumentos de descubrimiento personal, pues todas nos muestran/reflejan algo de nosotros mismos que no queremos o no podemos ver ni aceptar porque estamos identificados con nuestro personaje. Ver y aceptar que hay mucho más en nosotros asusta porque significa romper esquemas, estructuras mentales, creencias muy arraigadas y una sensación profunda de pérdida de identidad. Empezar a reconocer que, en realidad, no sabemos quienes somos y soltar todos estos anclajes que nos esclavizan y nos limitan es el primer paso del descubrimiento. Entregarse totalmente al “no saber”.



Puede que durante el proceso nuestro ego se revele de vez en cuando porque este proceso no es más que, como dicen algunos, “su muerte” o “superación”, aunque yo prefiero llamarlo “re-educación” porque en realidad no dejamos de tener un ego, este nos acompaña durante cada vida y tiene su propósito también que este exista. Pero toda muerte conlleva un renacimiento implícito y este es el regalo. En realidad estamos transformando nuestro ego continuamente, una y otra vez. A veces de forma más gradual, otras de forma más drástica, a través de nuestras crisis vitales.

Es como si durante la primera mitad de la vida nos dedicáramos a construir un personaje, lo que creemos que somos y lo que queremos mostrar al mundo, y durante la segunda mitad, nos dedicásemos a derrumbarlo para encontrar nuestra verdadera esencia, que nos reclama salir a la superficie porque no puede esperar más. Y generalmente esto ocurre después de alguna gran crisis vital, pues la vida, que es muy sabia, y ya se encarga de que vivamos lo que nos haga falta vivir para que logremos ir quitando todas esas capas de cebolla que nos hemos puesto encima.

Conocerse a uno mismo puede resultar un proceso interminable. Muchos mueren sin haberse conocido, haciendo caso omiso a las señales de la vida. Pero al mismo tiempo, es el viaje más significativo que podemos emprender en esta vida y, sin duda, una de las razones por las que estamos aquí y ahora.


El regalo está dentro de cada uno de nosotros esperando a ser descubierto pero para hacerlo es necesario quitar el envoltorio de los miedos. Lo que nos aleja del regalo, que es el amor que somos, es el miedo, que puede tomar diferentes formas y nombres. La sensación de pérdida de identidad puede tomar la forma irreal de vacío interior porque, por un lado, nos muestra que no sabemos nada y, por otro lado, porque en el camino hacia el ser, podemos “perder” todo aquello que “creíamos ser” y tener, todas aquellas personas que contribuyeron a la creación de nuestro personaje o lo tomaron como real porque era lo que nosotros proyectábamos externamente y ahora no aceptan lo que ven. Por tanto, vacío y soledad serán, frecuentemente, nuestras compañeras de travesía. Pero si esto ocurre, si de pronto nos sentimos perdidos, vacíos, sin rumbo y solos, sin duda es una señal de que estamos en el camino, y que algo mejor está por venir. Porque nada es inmutable, todo es cambio, y el secreto está en saber soltar cuando lo que te ata está limitando tu verdadera esencia. 

Comentarios

Entradas populares